Que voy a deciros de esta sopa, no es glamurosa ni tampoco elegante, pero sí es atrevida y ancestral.
Cada vez que la hago es motivo de conversación en torno a ella, se lleva todos los elogios y es la gran protagonista de la mesa. Os aseguro que si os atrevéis a hacerla quien la pruebe la recordará.
Siempre la elaboro pensando en mi suegro, que es su gran fan.
No hace falta decir que la clave de esta sopa está en el caldo que utilizamos.
INGREDIENTES (para 5 personas):
- 5 cebollas grandes
- Caldo de carne
- 5 yemas de huevo
- Queso rallado gruyère
- Aceite
- Sal
- Un chorrito de jerez
- Pan (opcional)
Cortar la cebolla a juliana, introducir en una sartén con aceite a fuego medio y, cuando empiece a coger color, añadir una cucharita de azúcar, sal y un chorrito de jerez.
Dejar caramelizar hasta que esté bien doradita de un color casi negro, a fuego medio y vigilando que no se pegue.
En el plato donde presentaremos la sopa individualmente pondremos la cebolla caramelizada. Añadir el caldo ya caliente y el queso rallado. Introducir en el horno.
Separar las yemas del huevo.
Cuando la sopa empiece a hervir dentro del horno, retirar, trasladar a la mesa y que cada comensal incorpore su yema de huevo y la disuelva.
Opcional:
Es ideal presentarla con unas tostadas recién hechas.
Hay a quienes les gusta añadir un poco de pimienta recién molida.
Espero que os guste.
Es una receta que siempre he tenido ganas de realizar, pero que en casa nunca la he hecho. Recuerdo cuando la hacía mi madre junto con la sopa de ajo. Te ha quedado estupenda.
ResponderEliminarHe visto tu blog en un comentario en bocados dulces y salados y me gusta. Aprenderé así algo también de la gastronomía catalana.
Feliz Año.